Fuerteventura, a vista de cabra
Actualizado: 16 ago 2022
Lo primero que nos viene a la cabeza cuando oímos la palabra Fuerteventura, lo primero que nos viene la mente, es sol y playa. Pero con un poco que explores, te darás cuenta de que Fuerteventura es mucho más.
Fuerteventura es la isla con mayor longitud de las Canarias y está declarada, en su totalidad, Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Pese a ser la isla más árida, sus tierras son de una calidad muy alta y aunque la mayoría de su paisaje es desértico, puedes encontrarte auténticos oasis completamente verdes alrededor de las pocas gotas de agua que se acumulan.
Esta isla nunca ha tenido una gran densidad de población debido al poco agua y recursos que se genera; actualmente y desde los años 70, su actividad principal es la dirigida al turismo.
Gran parte de las vías de la isla son aún caminos sin asfaltar, pero en muy buen estado; es una isla ideal para recorrer en coche, si te gusta conducir.
Asímismo, la mayor parte del encanto de la isla es su entorno natural, ya que arquitectónicamente es una isla muy sencilla y con poca modificación por parte del hombre.
Mi avión llega en torno al mediodía y lo primero que hago es recoger el coche en la empresa Dollar, muy recomendable: barato y un coche nuevo que iba como un tiro, un Ford fiesta ST (el modelo más económico que tenían).
Nada más cogerlo avanzo dirección sur para hacer lo que siempre hago al llegar a Canarias: una cerveza con papas arrugás. Esta vez en la cervecería Tirol, con una cerveza pils de Paulaner, un lugar recomendado para los que les gusta la cerveza.
Muy cerca del restaurante se encuentra el Krabbenfelsen o piscina natural de la Caleta de Fuste, pero tienes que ir en marea baja; si vas en marea alta, como hice yo... no veréis nada. Destacar que los acantilados cercanos están repletos de ardillas.
Más al sur se encuentran Los Cuchillos de Vigán. Declarado monumento natural y zona ZEPA, su paisaje alterna altos cuchillos y anchos valles o barrancos, que suelen acabar en preciosas calas de arena oscura; también destacan calderas y altos acantilados.
Al norte podemos encontrar la playa de Pozo Negro (la cual aún no está dentro de los cuchillos), la caldera y el malpaís de Jacomar. En el centro, que es lo que visité, está el barranco del gran Valle, donde podemos encontrar la montaña más alta de este conjunto, la montaña de Vigán. Y si continúas hasta el fondo del barranco, llegas a la Ensenada del Gran Valle, una bonita playa de arena, y a la Punta de Jurado, desde donde tendrás unas vistas espectaculares. Esta zona sí está habitada (hay varias casas), aunque por lo que parece sin luz, ni agua corriente; me quedé con ganas de encontrar a alguien para preguntar sobre ese lugar tan remoto.
Por último y en la punta sur está el Faro de la Punta de la Entallada, construido para señalizar el canal entre la isla y África, ya que es el punto más cercano al continente africano. Este canal de más de 100 km tiene gran importancia por el alto tráfico que soporta.
Desde el faro situado en un acantilado de 200 metros tenemos unas grandes vistas del mar y también del paisaje de los cuchillos (y se ve un bonito anochecer).
Con noche acechando me reúno con mis couchsurfers Ana y Christian, de los que aprendí muchísimo de la vida en las islas y de comida vegana y de cultivo, una maravilla encontrar un sitio así donde te encuentras como en casa.
Para terminar la noche acabamos en Pub La Tierra -que no es un lugar turístico y hasta tienes que buscar para encontrarlo-, pero tiene todo lo que una noche alternativa en la isla necesita: buena música (muchas veces en directo), Jam Sesions, terraza y sobre todo... cervezas: 8 grifos rotativos y cervezas en botella de todas las islas, nacionales e internacionales, de pequeñas cerveceras. Un templo para los amantes de la buena cerveza. Además, el dueño es uno de los socios de cerveza Laja, una cerveza artesana de la isla.
La mañana siguiente empieza a las 6:oo, antes del amanecer, para poder aprovechar el día. Esta vez tocaba la parte norte de la isla. Me detengo a ver el amanecer desde la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en la población de Tetir, que, salvo la plaza, tiene poquito que ver, pero transmite mucha tranquilidad.
Un poco más adelante hay un mirador para observar la montaña sagrada de Tindaya. A simple vista, lo único que observamos es un montaña de altura media dentro de la isla, unos 400 metros de color rojizo. Lo que la hace especial es que era una montaña sagrada para los aborígenes, y en sus laderas podemos encontrar unos 300 grabados con forma de pie, de los que se desconoce su origen, y que miran hacia el Teide, que en días de alta visibilidad es visible desde lo alto de esta montaña.
La lástima es que a día de hoy todo esto nos lo tenemos que creer, ya que no está permitido el tránsito de ningún tipo en esta montaña.
Sigo rumbo norte y me encuentro con dos montañas que no me pude resistir a subir. Saliendo desde una casa que se llama Villa Volcana puedes acceder primero a la Montaña de los Saltos y luego al Volcán de la Arena; este último, de 420 metros de altura y con varios cráteres, a diferencia del típico volcán.
Con más hambre que un vegano en Segovia me voy hacia Corralejo, para coger el taxi acuático hacia la Isla de Lobos. Por suerte, llego un pelín tarde y tengo que esperar veinte minutos a la salida del taxi, así que me da tiempo a desayunar muy cerca del puerto, en La ola; esto me devuelve a la vida.
Ya en el taxi acuático nos cruzamos con un barco de madera, que parecía un barco fantasma, y el conductor me comentó que era un barco con siglos de historia y que era muy raro verlo.
La isla, a escasos dos kilómetros de Fuerteventura, recibe su nombre de las antiguas colonias de Focas monje o Lobos marinos, que antiguamente habitaban esta isla; lamentablemente, la mano del hombre, su caza y la sobrepesca ha hecho que las colonias de miles de ejemplares que allí habitaban hayan desaparecido por completo.
Este islote de 6 km2 de superficie es, en su totalidad, parque natural y zona especial para la protección de aves de la Red Natura 2000.
A la llegada tienes un pequeño centro de interpretación con la historia de la isla, desde allí podemos acceder fácilmente a dos de sus principales atractivos turísticos: el Puertito de Lobos y la Playa de la Concha. La primera, situada en el único núcleo de población de la isla, el lugar de residencia de sus cuatro habitantes y también el lugar donde está el único restaurante. La segunda, es una playa de arena blanca, con refugios de piedra basáltica para protegerte del aire. Ambas playas son paraísos de aguas turquesas y un lugar ideal si quieres hacer snorkel.
El otro atractivo de la isla es el senderismo, pero no se permite el atroching. Dispone de una ruta de 12 km circular, sin muchas dificultad, que se inicia en el mismo muelle y que pasa por la Playa de la Concha y desde allí seguimos hasta las Salinas de Marrajo, unas salinas incompletas que se empezaron a construir en la segunda mitad del SXX, pero que no llegaron a terminarse al bajar el precio de la sal.
Desde allí pasaremos por el Volcán de la Isla, o volcán de la Caldera, el punto más alto a unos 127 metros de altura, con una subida fácil y desde donde puedes observar las dos islas vecinas, Fuerteventura y Lanzarote, así como el resto de la isla.
En este punto eran las 12 y ya era el tercer volcán del día.
La siguiente parada sería el Faro de Martiño, situado en el extremo norte y construido en la segunda mitad del SXIX por el ingeniero Juan León y Castillo, donde vivió el primer habitante estable de la isla: el farero (ya que hasta entonces era usada simplemente como parada).
Aunque no fue el primer farero, el más famoso ha sido Antonio Hernández Páez o Antoñito el Farero, que ejerció durante más de 50 años, siendo el último farero, y vivió allí junto con su mujer y sus 8 hijos (además de ser la persona que se encargaba de enseñar la isla a los visitantes y su casa ahora se ha convertido en el restaurante Antoñito el Farero).
También cabe destacar la figura de Josefina Plá, escritora y artista multidisciplinar, nacida en 1903 en el mismo faro.
El sendero atraviesa después la zona de las lagunitas, una zona de agua salobre en la que podemos encontrar varias aves migratorias descansando en su viaje y que con diferencia es la parte más verde de toda la isla.
Al ser enero y con lluvias intermitentes, a pesar de lo apetecible de las aguas, los únicos que se bañaban eran los rusos.
Con un hambre del copón vuelvo a Corralejo. Que por cierto, dado la importancia de su puerto, llegó a ser la capital de la isla y ahora mismo es la ciudad más turística de la zona norte.
Para abrir boca me voy a Gilda, un bar de tapas vasco-canaria con un porrón de cerveza local.
Y el plato principal, un Sama a la plancha con papas arrugás, en la cofradía de pescadores.
Muy cerca, al este de Corralejo, se encuentran las Dunas de Corralejo.
Este mar de dunas se extiende durante 8 km de costa y tiene más de 2500 hectáreas de superficie. Su origen es marino, puesto que son restos de conchas y esqueletos de animales marinos depositados en la costa sobre un lecho basáltico. Abarca 9 playas en las que se practican numerosos deportes de mar, aprovechando los fuertes vientos de la zona y las aguas cristalinas. También se celebra en esta arena el festival internacional de cometas de Fuerteventura y el durísimo medio maratón de las dunas de Fuerteventura.
Personalmente me impresionaron más las de Maspalomas en Gran Canaria.
Cojo rumbo oeste, dirección El Cotillo. Es un pequeño pueblo pesquero que, desde hace unos años, está convirtiéndose en un importante destino turístico debido sobre todo a sus playas y al contraste entre ellas. Al norte, playas como las de la Concha o los Lagos, playas de arena blanca y agua cristalina, muy tranquilas, de pocas olas, ideales para los niños y deportes como el snorkel para principiantes, ambas muy accesibles desde el pueblo.
Por otro lado, al sur, playas como el Esquinzo o la Escalera, están alejadas, se accede por caminos de tierra (y sobre todo, la Escalera es muy poco accesible, ya que se llega por una escalera estrecha y vertiginosa, para descender del acantilado; este contraste la convierte en una playa ideal para evadirte). Estás playas del sur tienen olas mucho más grandes y suelen ser utilizadas para sur y kitesurf.
A la vuelta, deprisa y corriendo, paro en el primero de los barrancos; estos cauces de agua, habitualmente están secos por la falta de precipitaciones, forman bonitas siluetas como este, el Barranco de los Enamorados, que en su parte más alta tiene un estrecho cañón formado por la regresión del mar y las lluvias posteriores, y cuenta con innumerables fósiles, algunos de ellos únicos en la zona. Por desgracia... no logré encontrarlo.
Por la noche aproveché para explorar un poquito la capital, antes llamada Puerto de Cabras y actualmente llamada Muerto del Rosario por los propios majoreros. Es más una capital económica que histórica y el corazón industrial de la isla. Al ser el lugar de los lugareños, es buen lugar donde adentrarte en la vida local, sobre todo en fines de semana, y huir de la parte turística.
Lógicamente, acabé en la Tierra, una noche más.
El siguiente día planeé explorar el sur de la isla, empezando por el oeste: paré, o al menos lo intenté, en el mirador de Morro Velosa, que es el único edificio de César Manrique en la isla. Situado en lo alto de la montaña Betancuria, a 669 metros, y cerca del centro de la isla, a pesar de no compartir la belleza y originalidad de las obras de Manrique en la isla vecina de Lanzarote, desde su cima podemos observar la isla entera, y también, de noche, es usado como observatorio astronómico.
Muy cerca encontramos otro mirador, este gratuito, que es el Mirador de Guise y Ayose. Lo más curioso son sus grandes estatuas de estos dos personajes y su historia:
Justo antes de la conquista de la isla, Fuerteventura estaba dividida en dos reinos: Jandia, al sur, gobernada por Ayose y Maxorata (de donde viene la palabra majorero), y al norte gobernada por Guise, divididos por un muro defensivo que se cree que estaba justo en este punto. Tras la rendición de estos, aconsejados por unas famosas videntes, fueron renombrados como Rey Luis y Rey Alfonso, conservando sus reinos, pero respondiendo ante su rey Jean de Bethencourt.
Descendemos por la carretera paralela al barranco y nos encontramos en Betancuria. Para que os hagáis una idea, la sensación es como de haber pasado un portal y encontrarte en un lugar distinto. Esta población fue el primer asentamiento después de la conquista de la isla, debido a su situación estratégica y defensiva entre montañas, y es de los pocos lugares donde se puede almacenar agua; este hecho hace que Betancuria sea un pueblo muy verde, lleno de flores y plantas en todas sus calles y alrededores, un lugar donde se puede cultivar y la única presa de la isla.
Su mayor atractivo es pasear por las sombras de sus calles y disfrutar de la tranquilidad que te da esta pequeña población.
También, muy cerquita, tenemos el barranco de las Peñitas. Aquí nos encontramos un hilo de agua en el cauce, que es justo un hilo más de lo que te encuentras en el resto de la isla. La primera parte del sendero está rodeado de palmeras y tiene un peculiar olor a regaliz. Este primer tramo acaba en la presa que actualmente está prácticamente inservible, ya que el 90% de su capacidad está ocupado por sedimentos.
La segunda parte es lo que propiamente podemos llamar el barranco, que se compone de grandes pozas de agua estancada en la roca. Aquí el olor se vuelve más fuerte, a agua putrefacta, pero el paisaje es admirable: un barranco rodeado de montañas que se va estrechando y ahondando.
En mitad del barranco podemos encontrar la ermita de las Peñitas, una pequeña edificación blanca con un altar a la virgen, que sobresale del paisaje por su color blanco.
Cuenta la leyenda que un monje del pueblo vecino desapareció y otro compañero, al ir a buscarlo, vio una luz muy fuerte y fue hacia ella. Cuando llegó se encontró al monje rezando dentro de una poza, sumergido hasta el pecho, y al salir... estaba completamente seco. Después de este milagro se construyó la ermita.
En el transcurso pude observar a una pareja de una especie de pato que llaman "tarro canelo", de un color naranja precioso y muy, pero que muy escandaloso.
Rumbo a Pájara tenemos un mirador que es el Mirador de las Peñitas, desde donde podemos observar el recorrido que previamente hemos hecho desde arriba.
Ya en Pájara, y aprovechando que estaban los bares abiertos, lo primero que hago es desayunar. Y después, un rápido paseo por las calles del pueblo, destacando el cauce florido del barranco y la iglesia.
La última visita del oeste fue a Ajuy. Es un pequeño pueblo pesquero con una gran playa de arena negra. Su importancia histórica reside sobre todo en sus hornos de cal o caleras, un material de construcción muy importante en las islas: llegó a haber diecisiete caleras, que datan del SXVI y de las cuales aún se conserva alguna.
Actualmente su principal actividad es el turismo, atraído por las dunas fósiles y las cuevas.
Las Dunas Fósiles son unas formaciones que simulan la forma de una ola de piedra y están compuestas, en su mayoría, por material orgánico: conchas, caparazones, huesos… Son también de gran importancia científica, ya que los restos encontrados ayudan a comprender cómo era la isla en su formación y en su historia. Actualmente estas dunas están plagadas de ardillas.
Las cuevas de Ajuy son otro de los monumentos naturales de Fuerteventura. Se trata de unas cuevas a nivel del mar, en un acantilado, con un muro magmático que impide que el agua entre. Son dos cuevas basálticas, de cuarenta metros de altura. Las paredes de la primera cueva contienen las piedras más antiguas de la isla que podemos ver, así que choca un poco que el fondo de la segunda sea inaccesible, por el fuerte olor a orín y heces que emana. Una lástima no poder visitarla hasta el final.
Acabada esta visita me bajo al sur, al parque natural de Jandia, que cubre toda la parte sur de la Isla y está considerado parque natural desde 1987 y zona ZEPA.
Tiene una extensión de casi 15000 hectáreas, y lo atraviesa una carretera principal de tierra; una pasada para conducir por ella sintiéndote el mismo Colin McRae.
Esta carretera se bifurca en dos: un ramal nos lleva hasta el Faro de Punta Jandia, el punto más al sur de la isla, donde tenemos un centro de interpretación y vistas de casi toda la península. En el faro se nos avisa de que esta penínsul (y casi toda la isla) puede ser susceptible de ser nidificable por las tortugas marinas, y si encontrásemos cualquier indicio de tortuga (nidos, huellas o incluso una tortuga en peligro) localicemos la posición y llamemos al 112. ¡Me hizo una ilusión tener la oportunidad de encontrármelas...! Pero no fue el caso.
Desandando el camino veo carteles un poco defenestrados, que decían "cueva negra". Intenté encontrarla, pero nada. Eso sí, pude visitar unas playas desiertas preciosas.
El otro ramal nos llevará al norte, hacia Cofete, atravesando la gran cadena montañosa que lo aísla del resto de la isla. En esta cadena nos encontramos el punto más alto de toda Fuerteventura, el Pico de la Zarza, con 807 metros.
En el puerto que conecta los dos lados de la península está el mirador Degollada de la Oveja, desde donde podemos conseguir las instantáneas más bellas de la isla.
Por último, tenemos Cofete y su playa, kilómetros y kilómetros de playa de fina arena con las altas montañas a la espalda. En esta zona hay alguna edificación, entre la que destaca un famoso restaurante y sobre todo, la casa de los Winter, rodeada de misterio, ya que perteneció al anterior propietario de la península de Jandia y este mismo fue incluido en la lista de espías alemanesde la Segunda Guerra Mundia. Se dice, entre otras cosas, que está construida sobre grutas de lava con acceso al mar, que usaba para reparar submarinos. Aunque bien es cierto que todo lo que se cuenta sobre ello son sólo hipótesis.
De vuelta paré en la Laguna o Playa de Sotavento. Esta Laguna, formada por agua marina, está situada al sureste de Fuerteventura y depende de las mareas, aunque su profundidad máxima ronda el metro, y por ello, es usada para el aprendizaje de deportes como el kitesurf. Además, entre sus aguas y su vegetación, podemos encontrar fauna local, como el archibebe, u observar los bancos de peces por los canales de la Laguna.
Después de casi todo el día sin comer se acerca un momento muy esperado: comer en Volcano, un restaurante que, según dicen en la isla, es caro, pero a mí me parecieron unos precios más que razonables y unos platos muy innovadore (además de tener cerveza local).
La experiencia fue un poco rara, ya que era un restaurante muy elegante y yo llegaba lleno de barro y polvo de todo el día pateand; un contraste intenso con el resto de comensales.
Os parecerá curioso, pero de nuevo acabé la noche en la Tierra.
El último día no cundió mucho, desayuné con Christian y Ana y fuimos a Lajares. Es un pueblo típico majorero, sin mucho turismo, pero mucho arte y artesanía. Además, todos los sábados, los artesanos montan el famoso mercado de Lajares, donde puedes encontrar obras de artesanía auténticas y únicas, muy distinto al resto de mercadillos. Y siempre hay música en directo y el evento se convierte en una fiesta, a pesar de que justo ese sábado no había demasiado ambiente.
También aproveché para visitar un mercado, quedarme maravillado con la sección de pescadería, y llevarme uno de los productos más típicos de la isla: el queso majorero. Es un queso de origen prehispánico y fue el primer queso con denominación de origen de Canarias, y el primero de Cabra de España. Este queso está hecho con leche de cabra majorera y con un máximo de un 15% de leche de oveja canaria.
Se reconoce por la marca lateral de hoja de palma que se utiliza para moldearle y la superficie puede frotarse con pimentón, gofio o aceite.
Por último, avisar de que en la isla hay cabras sueltas por cualquier lugar, aunque llegados a este punto ya os habréis dado cuenta por las fotos (son muy fotogénicas...).
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