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Foto del escritorCarlos Sanz Arranz

Lagunas de Neila

Actualizado: 23 dic 2020

El viaje a las lagunas puede hacerse en el día desde Madrid, ya que son 3 horas, pero si quieres disfrutar del viaje es mejor hacer noche en alguna población cercana para salir prontito.

Nosotros elegimos para esa parada Lerma. Pero antes de parar en Lerma, bajando por la A1, pasamos por la curiosa localidad de Gumiel de Izan, una pequeña villa con muchas bodegas y más bancos que bares. Entre sus construcciones destacan el frontón con el moderno techo de madera y la Iglesia de Santa María, de estilo románico, construida sobre una antigua barroca y que poco tiene que envidiar a alguna catedral.


Seguimos sin prisa hacia Lerma. Desde la carretera se ve una ciudad preciosa y con muchos rincones por descubrir.

En Lerma elegimos el Hotel Bienestar Ceres, un complejo pequeño en el centro de Lerma, muy cómodo. Desde allí salimos a comer algo por la plaza del mercado viejo, donde llama poderosamente la atención que sólo existen bares de raciones y bocadillos.

El día era muy soleado así que después decidimos echar una cabezada y seguir con la visita cuando bajase un poco el sol.

Lerma es un lugar con muchos sitios de culto que visitar, aunque lo que más destaca es el parador, pero también puedes visitar el Monasterio de la Ascensión, la Iglesia Colegial de San Pedro, el Arco de la cárcel, y no te puedes ir sin rendir homenaje al Cura Merino, uno de los causantes de que este post no esté escrito en francés.

El pueblo es muy pequeño así que nos sobró muchísimo tiempo y la visita fue muy tranquila. Lerma en su día fue la capital del mundo, pero ahora es un lugar que rebosa calma.


Cenamos en el único restaurante que nos pareció un poco distinto. Es difícil pedir algo vegetariano en un restaurante castellano, porque la vida siempre sabe mejor con un poco de tocino, y cuando viajas con una vegetariana son cosas a las que te arriesgas. El lugar en sí se llama Galoria, la decoración muy cuidada, la música invita a una velada espectacular, y la carta muy apetecible: pedimos tempura de verduras y croquetas de boletus y jamón, estas ultimas sólo para mí, como es lógico. Todo muy bueno, salvo por la cantidad de aceite que rebosaban de la fritura, y que no tenían ninguna cerveza buena, y un sitio así llama a expandir la cena con una buena cerveza.


El domingo, ya descansados, iniciamos el camino hacia Neila. Por el camino nos encontramos un destacamento militar abandonado con muchas cuevas, ahora mismo cerradas al público, ya que según dicen, aparte de peligro de derrumbamiento se utilizaban para hacer ritos sectarios y sacrificios de animales. El lugar se llama Cuevas de Hontoria.

Después paramos a desayunar en Cubillo del Campo, en el bar la plaza. Íbamos a tomar un par de pintxos de tortilla, pero la tortilla también llevaba cerdo, así que sólo fue uno, que estaba espectacular, y una tostada.


Seguimos rápidamente hacia Neila. Era finales de febrero, de un año con pocas nieves, y como broma digo “oye, pues lo mismo vemos algo de nieve” y a los pocos minutos vemos un montón de coches aparcados a unos 8 kilómetros del punto que el GPS nos marcaba las lagunas de Neila. Pensé que habría alguna otra atracción por allí, pero al girar a la izquierda me encuentro una placa de hielo enorme y toda la subida llena de nieve. La cara de tontos que se nos quedó no tiene precio. Importante cuando vayamos a la montaña: mirar el tiempo, porque, aunque abajo haga casi 20Cº, el camino puede estar helado.


Lógicamente no íbamos preparados para ello, pero aun así decidimos probar a subir. El primer tramo sólo había que salvar ciertas placas de hielo. En el tramo medio, la nieve. Y cuanto más subías, más se hundían los pies en la nieve. El ultimo tramo era prácticamente para raquetas de nieve, aunque otros más delgados subían sin hundirse. En mí, a cada paso la pierna se me hundía más allá de las rodillas, las zapatillas rebosaban agua y los calcetines pesaban como si fueran de plomo.

Tardamos tanto en subir que sólo pudimos disfrutar de las vistas desde lo más alto y visitar la primera laguna, la Laguna de los Patos, sin comida, ni bebida y con el riesgo que había, no era prudente proseguir el camino y que cualquier inconveniente nos hiciera perder la luz del sol; eso sí, pudimos caminar sobre las aguas del lago.


La bajada fue más rápida pero un pelín mas peligrosa. Aun no pudiendo ver todas las lagunas, fue un viaje especial y que recomiendo. Eso sí, mirando siempre la previsión.

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