Lanzarote, tierra de volcanes
Actualizado: 23 dic 2020
Lanzarote es un destino ideal para descubrir lugares nuevos y distintos en poco tiempo, ya que es una isla pequeña y las carreteras están muy bien.
Nuestro viaje empieza de madrugada, lo que nos deja en Lanzarote sobre las 8 de la mañana, con todo el día por delante. Nada más llegar vamos a recoger el coche, un Fiat 500 muy apañado.
Ya motorizados entramos en Arrecife, la capital, para comprobar lo que me habían dicho de ella, que era una ciudad sin ningún encanto. Eso sí, desayunamos como señores.
Desde allí ponemos rumbo norte para visitar las piscinas naturales de Punta Mujeres. Son unas construcciones cerca de los acantilados que aprovechan la subida de la marea para crear unas pequeñas piscinas de agua cristalina, en las que habitan un montón de pececillos. La mala suerte es que llegamos con marea baja y como mucho nos pudimos mojar las rodillas.
Uno de los principales atractivos turísticos de la isla son las playas. Así que hicimos una ruta por las playas de los Caletones y la Garita, en donde hicimos la siesta del borrego.
El siguiente paso era llenar el buche. Paramos en un bar a las afueras, muy local, que se llamaba Bar Pelenke. Y comimos pulpo y papas arrugadas, un clásico siempre que voy a Canarias.
La tarde la usamos para visitas turísticas. El primer punto fueron los Jameos del Agua; jameos es algo como cueva. En realidad no deja de ser un pequeño bar diseñado por César Manrique, con unos jardines, y lo más espectacular, el auditorio, que también es el hábitat de un pequeño cangrejo autóctono. Lo malo de todo esto es el precio, 10€ por una visita que apenas dura 20 minutos; me parece algo abusivo para lo que es. También hay bonos que incluyen varias atracciones de la isla, pero no todas, o tenías que elegir entre una y otra y el descuento no era gran cosa. Sin duda es una experiencia que no repetiría.
Montamos de nuevo en el coche y nos llama la atención una gran masa de agua en mitad de la nada según nuestro GPS, así que detenemos el coche a un lado de la carretera y entre un pedregal de roca volcánica me desplazo hacia esa mancha y observo otro gran jameo, éste gratuito, aunque está completamente seco. Me quedé con ganas de bajar a inspeccionarlo, pero entre el tiempo y que el coche no estaba muy bien aparcado, no pudimos. Por cierto, investigando después, es el Jameo de la Paloma.
El siguiente punto que visitamos fue el mirador del río. Hay un mirador también diseñado por César Manrique, pero después del anterior saqueo, decidimos dejar el coche aparcado y disfrutar de las vistas desde puntos cercanos a la carretera. Aviso de que no puedes ir con el coche y pararte en medio de la carretera. Este mirador recibe su nombre por la cercanía entre las islas de Lanzarote y La Graciosa, que da la sensación de que en vez de un mar sea un río lo que las separa.
Ya es hora de buscar las llaves de la casa de alquiler. Cogimos una habitación en Casa de la Nobleza, un chalet enorme que alquilan por habitaciones con baño privado, pero tuvimos la suerte de estar solos y la disfrutamos para nosotros en exclusiva.
Una vez dejados los trastos, vamos a cotillear la zona. Bajamos a un gran resort especializado en turismo deportivo que se llama La santa. Lo curioso de la zona es que está en una especie de península con una playa artificial, y desde la carretera, a un lado ves una playa de arena blanca y fina, y al otro lado una arena negra volcánica.
Subimos al pueblo de Tinajo para hacer la compra de la cena y prepararla y así afrontar con fuerzas un nuevo día.
El segundo día en la mañana lo dedicamos a subir un par de volcanes, La Caldereta y Caldera Blanca, según nos dirigíamos a la salida de la senda que nos lleva hasta ella nos cruzamos con el famoso Ironman de Lanzarote que justo se celebraba en esas fechas, así que tuvimos que dejar el coche a unos kilómetros de la salida. El camino hasta llegar al pie del volcán es llano, pero lleno de piedras y terreno muy abrupto. La sensación es desoladora, mires por donde mires, sólo ves un mar de roca volcánica; es una mezcla de superficie lunar y Mordor.
Una vez en la base del volcán hay dos opciones para subir: por el camino que bordea, o atrochando. Obviamente nuestra opción siempre es la de atrochar. Una vez arriba la sensación de bienestar se acrecienta y con esa sensación bajamos hacia la caldera, obviamente ya extinta, al ir con más calma nos damos cuenta que hay ciertos animalitos que se mueven por el suelo: son lagartos del Atlántico, un pequeño lagarto autóctono de la isla con unos bellos círculos turquesa en su cuerpo.
Al volver, y como nos lo merecemos, paramos en Tinajo en la cervecera artesana Malpeis, donde pude probar la Bermeja, una redIPA y una doppelbock que me tomé junto con una tosta de chorizo, miel y queso de cabra.
En vez de pararnos a comer, tomamos algo de picoteo: unas anchoas, boquerones, unos quesos locales y cerveza Tropical Bandido, que es una cerveza con tequila, muy distinta a Desperados, pese a no ser el summum de las cervezas, para ser lo que es, está bastante aceptable, y más en un día de calor.
El resto de la tarde la pasaremos en el Puerto del Rosario, disfrutando de la llegada del Ironman. Después de ver semejante derroche de esfuerzo por los atletas, tanto del último como del primero, te hace plantearte muchas cosas sobre tus metas.
También ese viaje nos permitió darnos cuenta de que la zona costera de Puerto del Rosario está preparada para el turismo, si eres de los que les gusta salir del hotel y tirarte en la playa, es una buena opción; pero si te gusta investigar, descubrir cosas nuevas, gastronomía local… huye de allí. Recuerdo que uno de los relaciones públicas, cuando le pregunté donde podríamos comer un gofio o algo local, me dijo: Pues como no subas a casa de mi madre y te haga algo, imposible, por aquí es todo para guiris... Eso sí, las playas son kilométricas y aun no siendo las más espectaculares de la isla, merece la pena perder un poco de tiempo en ellas.
El tercer día empieza dulcemente, después de recoger unos bollos en la pastelería San Roque, lo combinamos con una cerveza stout de La Negra Tomasa y ya tenemos fuerzas para empezar el día.
Vamos a visitar el mercado de Teguise, que nos lo habían pintado muy bien, pero en realidad es un mercadillo como el de cualquier pueblo, de ropa y carteras de cuero, y este tipo de cosas, nada de alimentación; lo que pasa que mucho más grande. Si rebuscas mucho puedes encontrar algo original, pero el 95% son cosas que puedes encontrar en el mercadillo de tu barrio.
Allí quedamos con Benn, dueño de La Cantina de Teguise, un pionero en el turismo que, aparte de este local, también regenta Las Tablas en Arrecife y un complejo de apartamentos rurales en la Isla.
Benn, a pesar de tener raíces inglesas, es un canario más. En sus locales consigue dar una vuelta a las recetas más tradicionales de la isla, además de tener una carta de cervezas canarias y usar, en su mayoría, productos de cercanía.
Probamos las batatas fritas con una IPA y una Blackipa de cervezas Nao, el típico bocata de pata con una APA, y un taco vegetariano con una Berliner Weise.
Salimos encantados de la Cantina de Teguise. Además, había actuaciones en directo y el ambiente en el patio era de lo más acogedor.
Después de un paseo por las calles de Teguise, volvemos al coche y vamos a visitar playa Montaña Bermeja, que es una playa de arena negra volcánica a los pies de una montaña completamente roja. Un poco más adelante te puedes encontrar el paisaje de los Hervideros, que son unos acantilados muy prominentes donde rompen con fuerza las olas.
Circulando por la carretera nos entró el hambre y vemos Casa Gregorio, y lo que iba a ser un pintxo y una cerveza, se convirtió en un plato de Gofio y otro de Morena. He de decir que me encanta el gofio cuando está bien hecho, pero es difícil de encontrar. La morena era la primera vez que la comía y me dio la sensación de ser como panceta de mar, de corteza fina y crujiente, interior graso y carne al final, buenísimo, pero empacha un montón.
Seguimos la ruta por la costa y nos encontramos con las salinas de Yaiza, que a día de hoy siguen funcionando. No nos detenemos mucho, ya que vamos a una de las playas más famosas de la Isla, Playa Papagayo, pasando antes por Playa Flamingo y playa Blanca, dos pequeñas playas muy turísticas que no nos llamaron especialmente la atención.
Para llegar a Playa Papagayo hay que hacer unos 10 km por caminos de tierra, en no muy buen estado, pero accesibles en coche. Por el camino también tienes otras playas en las que puedes bañarte si lo prefieres. Una vez llegas al aparcamiento de Papagayo aún te queda andar un poquito para llegar, pero os aseguro que la imagen que os encontraréis en cuanto lleguéis al acantilado merecerá la pena.
Con esto damos por finalizado el día.
El cuarto día lo dedicamos prácticamente en su totalidad al montañismo. Por la mañana nos dirigimos a Famara, una playa de arena blanca kilométrica, de grandes olas, un paraíso para surfistas.
Pero cuando llegamos a Famara vimos unas grandes montañas que se escondían debajo de las nubes y no pudimos evitar la tentación de subirlas. Volvimos a utilizar el método del atroche, esta vez el camino marcado era muchísimo más recto y el terreno era más peligroso, el suelo era inestable y los puntos de anclaje solían desprenderse cuando nos agarrábamos. Hubo un par de resbalones peligrosos pero que salvamos con eficacia. Una vez arriba las vistas eran espectaculares, pero nuestro vértigo y el agobio por no saber cómo bajar no nos dejaron disfrutarlas como debíamos. La verdad es que la subida era tan empinada y resbaladiza que no era una opción para bajar.
Intentamos la bajada por otro lateral, pero al llegar abajo había un precipicio y lógicamente nos tocó volver a subir y probar por otro sitio. Al final usamos un barranco marcado por el agua de lluvia para ir bajando poco a poco, poco a poco, y lo conseguimos.
Al llegar de nuevo al hotel busqué información sobre qué eran esas montañas y resultaron ser las Peñas de Chache, el punto más alto de la Isla.
Por la tarde optamos por subir otro volcán, el volcán Rojo de Tinajo, un volcán que estÁ pegado al pueblo y, a pesar de ser un punto precioso, de acceso fácil y subida rápida, con unas vistas espectaculares y nada turístico, tiene algo que te hace horrorizarte: kilos y kilos de basuras, somieres, neveras, plásticos, latas…. Un sinfín de mierda escondida en cada rincón del volcán.
El quinto y ultimo día fue un día de provecho. Empezamos el día con la visita al Parque de Timanfaya. Tiene un precio de 10€, como los Jameos, pero en este caso nos mereció la pena. La visita al parque consta de una visita en autobús con una audioguía por todo el parque, un terreno desértico y lleno de formaciones geológicas, a cuál más loca. Mención especial merecen los conductores de los autobuses por manejarse por esas carreteras estrechas llenas de curvas y precipicios. La verdad es que se pasa regular si tienes miedo a la carretera.
Luego hacen exhibiciones quemando paja con el calor del subsuelo, y con unos cubos de agua que echan por un agujero y a los segundos salen despedidos.
También destaca por el restaurante, donde tienen una gran parrilla en la que cocinan al calor del volcán.
Luego de camino a la capital pasamos por el museo del campesino, en la que se recrea un pueblo típico de Lanzarote y también sus costumbres y sus herramientas de trabajo. La verdad es que al entrar en un día de sol, con todo tan blanco, el sol te ciega, pero es una iniciativa preciosa para dar a conocer la vida rural, y además es de acceso gratuito.
Ya en la capital queremos darnos otro homenaje gastronómico. Primero pasamos por la Recova, un bar local, antiguo y con una gran cocina para probar uno de los platos típicos como es la corvina, con vino de Yaiza.
Para después pasar por Tabla de Arrecife, el otro local de Benn ya en la capital. Aquí nos decidimos por probar las hamburguesas y probar la de pollo junto con una cerveza llamada Ataque Cabrón, que es una IPL colaboración de varias cerveceras canarias.
Dejamos la isla visitando el Monumento a "la ostia a tiempo", en la placa de abajo reza la siguiente cita: "La solución al 90% de los problemas sociales se hubiesen arreglado con una ostia a tiempo. Y recuerda, nunca dejes una ostia sin dar, porque ostia que no das, ostia que se pierde". Magnífico, sin más.
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