Tenerife, sobreviviendo a Filomena.
Actualizado: 16 ago 2022
Cuarto viaje a Canarias y cuarta vez que nos llueve, pero esta vez no fue una lluvia cualquiera, sino que fue Filomena la que nos atacó en esta última visita.
Todos los planes y actividades planeadas se nos cancelaron, con el Covid estaba todo cerrado, incluido interior de los restaurantes y aun así nos faltó tiempo.
Aterrizamos a las 10 y a las 10:30 ya estábamos sentados en el Guachinche de Casa Ramiro para cumplir la tradición que tenemos cada vez que llegamos a Canarias que es la de romper el ayuno con una papas arrugas y además esta vez acompañada de un plato de bacalao. Es curioso que en Tenerife a poco que te separas 200 metros del mar la carta de los restaurantes se parece más a un asador segoviano que a la de una isla.
Este restaurante está en la entrada del Parque Rural de Anaga, en el extremo norte de la isla. Considerado Reserva de la Biosferaes unn lugar espectacular por sus jóvenes y escarpadas cumbres cubiertas de laurisilva y completamente verdes.
Desde allí y recorriendo las carreteras retorcidas y tortuosas, a la vez que bellas y frondosas que atraviesan el parque llegas a Chamorga, no sin antes parar en cualquier aparcamiento o mirador disfrutar por los caminitos que atraviesan los bosques llegamos a Chamorga.
En Chamorga tienes la opción de bajar hasta el faro, pero no os fieis de las señales, al final entre ida y vuelta fueron 12 km, pero como ponía que eran pocos, no recuerdo si dos o tres, fuimos como quien va a coger el pan y se nos hizo duro, sobre todo por la falta de agua.
Llegamos al faro situado en uno de los lugares más abruptos de la isla, ya que la única forma de llegar es en barco o por el camino por el accedimos nosotros. Actualmente sigue en funcionamiento.
Desde allí descendemos hasta Roque Bermejo, una población situada cerca de una gran roca roja, de ahí Roque Bermejo y que solo se puede acceder en barco.
Para volver y hacer la ruta circular subimos por el Barranco de la Chamorga, que resultó ser más duro que la ida.
Por suerte llegamos a Chamorga y la cocina del único guachinche del pueblo estaba abierta, Casa Álvaro.
No sé si fue el hambre o que realmente la comida era excepcional pero nos supo a gloria. Solo había dos platos, Garbanzas y carne guisada, los dos estaban buenísimos, pero hay que destacar las garbanzas, que maravilla.
El día no dio para mucho más, con el cansancio del viaje y la paliza del atroche solo nos quedó tiempo para hacer compra e ir al apartamento que cogimos en Puerto de la Cruz.
El segundo día recorrimos la costa noroeste de la isla. La primera parada fue en el curioso elevador de aguas de La Gordaleja.
Se trata de una edificación de 5 plantas pegada al acantilado, construida en 1903 y cuya función era elevar el agua mediante un motor de carbón a las plantaciones de plátanos 200 metros más arriba. Por motivos económicos quebró y quedo abandonado, en situación de ruina y el acceso a ella está totalmente prohibido. Se me escapa de las manos y no he encontrado información del motivo por el que en vez de canalizar el agua y aprovechar la caída, prefirieron bombear el agua.
El elevador además se encuentra en la Rambla de Castro, un espacio protegido por su gran biodiversidad, unos preciosos paisajes donde podemos encontrarnos dragos y palmeras canarias.
Más al Oeste, sin salir del Paisaje protegido de la Rambla de Castro y atravesando plantaciones de plátanos podemos llegas hasta el Fortín de San Fernando, escenario de películas como Moby Dick y James Bond. Es una fortaleza defensiva del SXVIII para defenderse de los ataques de piratas como el famoso Cabeza de Perro.
Desde allí puedes bajar hasta la Playa de Castro, una playa de arena negra, bastante íntima o si eres más vago y no quieres andar puedes coger el coche y bajar hasta la playa del Socorro, una de las playas con bandera azul de la isla.
Ya va siendo hora del redesayuno, esa comida que hemos inventado en todos nuestros viajes y que no sabemos muy bien como catalogar ya que lo mismo es dulce con cerveza o un pescado con café.
Esta vez paramos en San juan de la Rambla, pegaditos al mar, ya que teníamos la impresión que si te separabas 100 metros del mar los restaurantes dejaban de servir pescado.
Disfrutamos en la cofradía de pescadores de unas papas arrugas y unos churros de pescado buenísimos y también de un relax con los vientos marinos refrescándonos y el arco iris de fondo.
Con fuerzas renovadas visitamos tres lugares maravillosos pero por culpa de Filomena y de los fuertes vientos no pudimos disfrutar en su plenitud. Estos son la playa de los Roques, atravesada por un gran arco iris. El Charco de la Laja una piscina natural preciosa pero con los accesos cortados por la tormenta y el Charco del Viento que hizo honor a su nombre.
Nos dirigimos a Icod de los vinos, uno de los lugares más antiguos de la isla. De origen guanche, se cree que en esta localidad se asentaron los primeros pobladores de la isla en torno al SVI.
Pero si por algo es famoso Icod, es por su Drago Milenario. Este árbol, que no es un árbol en sí si no una herbácea, a pesar de llamarse milenario no pasa de los 800 años, es decir Jordi hurtado ya era adulto cuando nació este ejemplar de drago, que por cierto, estos vegetales nacen en el mismo lugar donde un dragón muere.
Si bien es cierto que desde lejos no llama la atención, según te vas acercando, vas tomando conciencia de lo que en verdad tienes delante.
Cierto es que ahora es un lugar de pago que han transformado en una atracción turística. Si no quieres pagar la entrada que son 5€ puedes asomarte desde varios puntos cercanos.
Otro punto que nos pareció interesante fue el mariposario, una gran nave llena de vegetación y de varias especies de mariposas y pájaros que conviven entre sí, compartiendo un habitar que en estado natural no compartirían. Un lugar muy bien adaptado para los animales y que nos encantó.
Obviamente no nos podíamos ir del lugar sin dar un paseo por sus pintorescas calles y visitar de lejos la playa de San Marcos, aunque amenazaba tormenta y rápido volvimos a la ruta para seguir hasta Garachico.
Este pueblo siempre ha sido uno de los puertos más importantes de la isla, pero en 1706 toda la población fue arrasada por el volcán Trevejo y prácticamente todo el pueblo es posterior a esta fecha.
Uno de los edificios anteriores es el castillo de San Miguel que defendía el puerto, pero al quedar este inservible el castillo quedó sin función. Ahora solo vigila las aguas de las piscinas naturales del Caletón, unas piscinas formadas por las coladas de lava que desembocaron en el antiguo puerto.
Apretaba el hambre y el destino nos llevó a un lugar que se llama Candelaria la Cocinera. Un lugar dedicado a Candelaria la antigua cocinera del lugar y en la que mantienen muchas de sus recetas y aderezos.
Probamos el conejo al estilo Candelaria y el atún con mojo, dos delicias que nos hubiera gustado regar con una buena cerveza ya que el sitio acompañaba.
Seguimos el camino hacia el norte parando brevemente en la caleta de Inteirán, de la que no pudimos disfrutar por el tiempo y continuamos rápidamente hacia los hornos de cal. Estos hornos muy conservados y que se cree que se usan desde el SXIX se usaban para obtener la cal de piedra caliza que traían desde Fuerteventura. Desde los años 1960 no se usan por ser sustituido por el cemento y a pesar de que no es una construcción especialmente bonita, son historia viva de Canarias.
Muy cerca tenemos una escultura de un pajarraco enorme hecho con basura y residuos. Este pájaro tiene más historia de lo que se ve en un principio. Este bicho es un guirre, una especie de alimoche que antiguamente poblaba todas las islas y ahora mismo solo quedan unos pocos ejemplares en Lanzarote y Fuerteventura. Esta escultura es una denuncia a la desaparición de esta ave por culpa de la modificación de su hábitat. Se eligió este lugar ya que fue su último hábitat en la isla.
Un poquito más adelante nos encontramos el esqueleto de un gran cetáceo. Son los huesos de una rorcual boreal, un gran cetáceo de unos 16 metros encontrado muerto en estas costas, ya que es parte de su ruta migratoria.
Acabamos el día lo más al norte en el Charco de los Chochos, todo el que me conoce que puedo haber visitado este sitio solo por el nombre y obviamente así es, pero la etimología lejos de lo que pensamos todos, ya que no tiene nada que ver con genitales femeninos, sí que tiene que ver con los chochos. Ya que en estas charcas era donde venían a lavar los altramuces o chochos.
El tercer día y ante la amenaza constante de tormentas decidimos hacerle más urbano.
Empezamos por la preciosa localidad de La Orotava que destaca por su arquitectura, sobre todo los balcones y su forma de trabajar la madera.
Como curiosidad la Orotava era la tierra de los Taoros, la tribu más fuerte de las 9 que poblaban la isla antes de la conquista castellana.
Mientras paseábamos por la calle, las trombas de agua se sucedían una tras otra y al tener tanta pendiente las calles, el agua bajaba a toda velocidad llegando a cubrir casi hasta los tobillos en algunos momentos. Por este motivo no pudimos ver mucho pero si encontramos un pequeño molino de gofio que lleva abierto ininterrumpidamente como negocio desde el SXVI.
El gofio es y sobretodo fue un alimento básico en la dieta canaria, básicamente es harina de cereal tostado y se puede hacer en varias recetas distintas, entre la que yo destaco el escaldón.
La siguiente para es El Sauzal, que nos recibe con una preciosa escultura a los pies del ayuntamiento de un gran pavo real.
El tiempo en este momento nos dio un respiro y pudimos pasear por sus calles. Visitamos la iglesia de San Pedro Apóstol, una de las más antiguas de la isla de 1505 y en perfecto estado de conservación.
Aprovechamos que el museo de la lucha canaria es gratuito y aprendimos curiosidades sobre esta modalidad de lucha prehispánica y de sus deportes hermanos que se reparten por el resto del mundo.
Y terminamos la visita en el mirador de La Garañona donde puedes observar los acantilados de más de 200 metros de altura y el inútil elevador que lleva allí desde 1956 para subir arena desde la playa y que solo se usó durante una semana.
La siguiente parada es en la segunda ciudad más grande de la isla, Aguere o como se conoce en la actualidad San Cristóbal de la Laguna.
Esta urbe fue habitada hace más de 2000 años por los guanches que vivieron alrededor del lago que antiguamente existía y que con el tiempo y la acción del hombre su agua fue pudriéndose, al nivel de que dinamitaron dicha laguna para hacer crecer la ciudad, todo muy normal.
En un rápido paseo por sus calles podemos disfrutar de una arquitectura colorida y de varios palacios residenciales, así como del templo cristiano más antiguo de la isla, la Catedral de San Cristóbal de la Laguna. La visita fue fugaz ya que volvió a caer una tromba de agua considerable y como ya era hora de comer aprovechamos para hacerlo. El problema es que la normativa Covid del momento no permitía comer en interiores y obviamente en el exterior era totalmente imposible.
Elegimos La Cueva de Casiano, un guachinche típico y pedimos la comida para llevar y disfrutarla dentro de nuestro Fiat Panda. El sitio no fue muy lujoso pero la comida era una pasada, comimos escaldón con queso majorero y cabra guisada, la primera vez que la pruebo y una maravilla.
Como no dejaba de llover decidimos terminar la visita en el Museo de la Ciencia y el Cosmos. Como todo estaba casi todo cerrado por Covid, pero tenía muy buena pinta lo poco que vimos.
En la vuelta parecía que el tiempo mejoraba y decidimos parar en el bunker de Santa Ana. A diferencia del resto de búnkeres de España, este bunker no se hizo para ser usado en la guerra civil, si no para la segunda guerra mundial, aunque nunca se llegó a usar, ya que la isla no sufrió ningún ataque y menos mal, porque por lo que dicen era una mierdecilla de defensa. Eso si las vistas son espectaculares, se ve toda la costa de Acentejo e incluso vimos como otro tormentón venia hacia nosotros, motivo por el cual salimos huyendo, ya que el bunker estaba medio inundado y con un poco más de agua lo mismo nos aislaba allí.
Queríamos ver también el jardín social de la Quinta, pero con tanta lluvia tuvimos que verlo desde el coche.
El cuarto lo echamos en la capital. Empezamos por el mercado de La Recova o de Nuestra Señora de África, patrona de Ceuta. Sinceramente no me pareció gran cosa, sobre todo por la variedad de puestos y la ausencia de pescaderías que es lo que más me gusta de los mercados de zonas costeras.
Dejamos el coche allí aparcado y cruzamos el barranco de Santos por el puente cercano a la Iglesia de la concepción construida sobre el lugar donde se dio la primera misa en la isla.
Caminamos hasta la Plaza de España, una plaza muy florida y colorida, presidida por un gran monumento en forma de cruz dedicada a los caídos de la Guerra Civil.
Esta plaza está construida sobre el antiguo Castillo de San Cristóbal, una fortificación defensiva contra los piratas que asediaban la isla y que fue descubierta en 2006 bajo la plaza. Actualmente solo se conservan parte de las murallas que se pueden visitar en su centro de interpretación.
Aprovechando que no llueve seguimos por las calles hasta el parque Garcia Sanabria. Este parque construido a principio del SXX lleva el nombre del alcalde Garcia Sanabria quien construyo este parque por el consejo de un médico masón por la necesidad de dotar a la ciudad de zonas verdes. Aparte del parque este alcalde fue el responsable del alcantarillado de la ciudad que no fue instalado hasta el 1925.
Este parque aparte de ser un vergel tropical en mitad de una jungla de cemento es famoso por su reloj de flores donado por el cónsul danés.
Para comer aprovechamos para quedar con Asun, maestra cervecera de La Jefa y así probar sus cervezas en uno de los mejores restaurantes de la isla que está dentro del MUNA.
Cervezas artesanas, con pulpo, wantun de rabo de toro y croquetas de ibérico, una pasada. Es extraño y gratificante que un restaurante de calidad incluya solo cervezas artesanas y de cercanía en su carta.
Por desgracia el museo no abría por la tarde y no pudimos visitarle, así que ponemos rumbo por el paseo marítimo hasta el Auditorio de Tenerife Adán Martin. El auditorio es una obra de Calatrava inaugurada en 2003 y… ¿a que no sabéis que? En 2016 se detectaron problemas en el recubrimiento provocando goteras y humedades, que raro, otra obra de Calatrava que sale regular, eso sí Santiago ha dicho en palabras textuales “¿si saben cómo me pongo para que me invitan?”
Eso sí reconozco que el edificio es la leche y un espectáculo a la vista, además al lado tienes el Castillo de San Juan Bautista, construido en 1643 como preocupación por la revuelta portuguesa.
También al lado se encuentra la misteriosa Ermita de Nuestra Señora Regla, custodiada por sus dos cañones, menstruación y dismenorrea, llamados así por la sangre y el dolor que provocaban.
Terminamos el día en el TEA, visitando el museo de arte contemporáneo, que además de ser gratuito es una pasada, tanto por alguna de las obras como por el edificio.
Es el último día y empezamos el día visitando la costa noroeste de la Isla. Paramos en varios lugares para disfrutar de los enormes acantilados y las plantaciones de plátano al borde de ellas.
También paramos en las piscinas naturales de El Pris y Mesa de Mar, pero con Filomena haciendo de las suyas prácticamente ni se veían.
Nuestra última visita fue a Tegueste. Es un pueblo con encanto, aunque con un casco pequeñito. Situado en una posición estrategia por su gran cantidad de agua ya estaba poblado desde época guanche. Además tiene mucha agricultura y ganadería.
Visitamos también el mercado del agricultor de Tegueste, una pasada, productos directamente del campo a consumidor, ahorrándonos toda esa cadena intermedia.
Productos frescos, de kilómetro cero que disminuye la huella de carbono y con un precio justo para consumidor y agricultor, uno de los mejores sitios de la isla.
Como nos gusta llegar al aeropuerto con tiempo cogimos comida para llevar en Casa Tomás y la comimos ya en el aeropuerto, además la pudimos acompañar con cerveza canaria, de Aguara, Isla Verde y Agüita.
Casa Tomas es famosa por sus chocos y sus costillas y no me extraña, que bueno todo. Aunque las costillas son como cocidas estaban buenísimas.
Sin más y con la tripita llena y feliz sobrevivimos a Filomena, que nos esperaba también en la península cuando llegamos y no pudimos volver a casa.
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